Durante años, las supersticiones se transmitían casi sin darnos cuenta. Se aprendían en casa, en conversaciones familiares o repitiendo gestos que habíamos visto hacer a padres y abuelos. Sin embargo, ese modelo ha cambiado. Hoy, muchas creencias ya no se heredan, sino que se descubren en cuestión de horas a través de redes sociales, adaptándose a nuevos códigos culturales marcados por la era digital. La manera en la que interpretamos la suerte, los rituales o las creencias populares está evolucionando, y con ella, el peso de las supersticiones tradicionales.
Desde Spin Genie hemos querido analizar este fenómeno a través de una encuesta. El 94% de los españoles cree que las supersticiones tradicionales desaparecerán antes de 2030.

Una percepción que apunta directamente al impacto de la innovación digital y del entorno online, que está transformando la forma en la que se crean, se difunden y se reinterpretan símbolos y hábitos que han estado presentes durante siglos. Un ritual que antes se heredaba ahora se viraliza, se adapta y se replica miles de veces en redes sociales, transformando por completo la forma en la que la sociedad se relaciona con la suerte, la energía o el azar
Uno de los datos más llamativos de la encuesta es que el 97% de los encuestados asegura haber descubierto nuevas supersticiones a través de las redes sociales,especialmente en Instagram o TikTok. Las plataformas digitales se han convertido en un canal de transmisión casi tan influyente como lo fueron durante décadas los abuelos y otros familiares. Hoy, una story o un reel puede tener más impacto que una tradición transmitida en casa.
Aun así, la familia sigue teniendo presencia, aunque cada vez más limitada. Cuando preguntamos por el origen de las supersticiones más tradicionales, el 21,9% de los participantes señala a padres y madres como principales transmisores, mientras que los abuelos y abuelas representan el 17,4%.

Este cambio generacional también se nota en las creencias que empiezan a quedar atrás. Prácticas como no pasar por debajo de una escalera, evitar romper espejos o tocar madera siguen presentes, pero cada vez tienen menos relevancia, especialmente entre los más jóvenes, que tienden a verlas como “cosas de abuelos”. Entre las supersticiones que muchos creen que podrían desaparecer antes de 2030 se encuentran gestos tan clásicos como tirar sal por encima del hombro, cruzar los dedos para atraer la suerte o evitar abrir un paraguas dentro de casa.
En paralelo, la era digital ha dado lugar a un nuevo catálogo de supersticiones modernas, mucho más flexible y ligado a lo visual y lo emocional. Encender velas de colores para atraer buena energía, vestir un jersey navideño a juego con toda la familia o participar en retos y rituales colectivos, como plantar un árbol simbólico mientras se etiqueta a amigos y familiares en redes sociales, son solo algunos ejemplos.
También aparecen supersticiones directamente relacionadas con el entorno digital, como no cerrar las pestañas del navegador durante una transmisión en directo para no “perder suerte” o hacerse selfies en lugares concretos con la creencia de que así se cumplirá un deseo.
Además de las prácticas concretas, lo interesante es el cambio de significado. Las redes sociales han impulsado una evolución de las supersticiones hacia valores más emocionales y colectivos. Muchos de estos rituales modernos no buscan evitar la mala suerte ni predecir el futuro, sino generar bienestar, reforzar vínculos familiares o de amistad y compartir momentos buenos entre amigos.
Este proceso va acompañado de una reducción progresiva del número de supersticiosos. Cada vez más personas se definen como ajenas a este tipo de creencias o las siguen solo de forma puntual, sin darles un significado profundo. No desaparecen del todo, pero se reinterpretan según el contexto social y digital.
En Spin Genie creemos que esta evolución refleja un cambio cultural profundo, ya que el futuro de las supersticiones no reside en el miedo o en evitar algo, sino en la conexión, la diversión y la expresión personal, aspectos que antes no estaban tan presentes. Y todo apunta a que, de aquí a 2030, esta innovación no hará más que acelerarse.







